En marzo de 2020 un país entero se quedó “en casa”. El trabajo se convirtió en home office, la escuela en clases virtuales, el pan de masa madre en un nuevo hobbie. Pero si bien en muchos casos la rutina se adaptó a la cuarentena, el mundo que se redujo a cuatro paredes es el mismo que el de la pre pandemia: el de las desigualdades. Y hoy el panorama es más hostil para las mujeres y la población LGBTIQ+, que asumen el costo de la crisis.
En un año, los roles de género “naturalmente” adjudicados a las mujeres se arraigaron y todos los indicadores que marcan las brechas de género se agudizaron. El teletrabajo lejos estuvo de alivianar la carga doméstica, la salida masiva femenina del mercado laboral aún no se recupera y el actual esquema dual entre virtualidad y presencialidad presenta nuevos conflictos. Especialistas en política, economía y sociología analizaron el contexto en diálogo con BAE Negocios y plantearon el desafío 2021: unificar los discursos de la reactivación económica y los cuidados.
El teletrabajo derivó en más tareas de cuidado
Según un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género (DNEIyG) las mujeres realizan el 76% de las tareas de cuidado no remuneradas, pero con el aislamiento esta cifra creció. Antes de la pandemia dedicaban unas 6,9 horas diarias a este tipo de trabajos y durante el aislamiento el tiempo aumentó un 70,7% promedio a 11,8 horas diarias, de acuerdo a datos del Centro de Economía Política Argentina ( CEPA).
¿Qué pasó? Valeria Bonafede, socióloga e integrante de la consultora Punctum explicó que este aumento se vinculó con “la no presencialidad escolar, la imposibilidad de trabajo doméstico/ de cuidado tercerizado remunerado, al incremento de necesidades de cuidado vinculadas al cuidado de mayores y personas con necesidades especiales y todas las medidas vinculadas con el cuidado del virus específicas (limpieza y desinfección, aprovisionamiento etc)”.
“El home office que se impuso por la cuarentena y que no fue elegido, implica grandes dificultades para establecer tiempos exclusivos dedicados al trabajo, estresa la capacidad de concentración y obliga aún más a un multitasking sobrevalorado como fortaleza cuando en realidad es desgastante y poco productivo”, analizó.
Además, el coronavirus afectó las redes de cuidado. Delfina Schenone Sienra, directora de políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), se refirió al carácter “social” y advirtió sobre el impacto de “la pérdida de presencialidad en lugares de cuidado comunitarios como son las escuelas, los centros de cuidado infantil”, así como la imposibilidad de “abuelos, abuelas o tíos por ser grupo de riesgo” de asistir a las familias.
¿Quién paga el costo de la pandemia?
La gestión de los cuidados limitada al contexto y asumida por las mujeres llevó a una fuerte expulsión femenina del mercado laboral. La tasa de participación económica de las mujeres cayó 8,3% entre el primer y segundo trimestre del 2020 y en las más jóvenes (hasta 29 años) la merma fue del 11,1%. En tanto, en el tercer trimestre hubo una recuperación de sólo el 4,2 por ciento.
“Hubo una caída general, pero lo que vemos es que los indicadores de los varones se recuperan mucho más rápido que los de las mujeres. Si hay mujeres que no pueden sostener sus trabajos, lo más probable es que sea porque son mayormente responsables de las tareas de cuidado en contexto donde sus empleos no contemplan las necesidades que se hicieron más urgentes el año pasado, no son flexibles o no se han adaptado”, expuso Schenone Sienra.
Para la especialista, la “incompatibilidad” entre los tiempos productivos y de cuidado “necesita de políticas específicas este año”. Por el impacto económico del coronavirus, el Gobierno otorgó en 2020 el Ingreso Familiar de Emergencia ( IFE) a los sectores más vulnerables. El 57% de quienes lo cobraron fueron mujeres. Una relación directa con las cifras: la población femenina y los hogares monomarentales están sobrerrepresentados en los deciles más bajos de los indicadores de pobreza.
Pero este bono de $10000 que entregó Anses fue discontinuado. “Fue una medida paliativa que sirvió con ese fin pero luego fue discontinuada. Por eso es central que el discurso de la reactivación económica esté atado al de las políticas de cuidado, de lo contrario, esa recuperación sólo va a ser para una parte de la población”.
Vuelta a clases y el problema de la dualidad
Con la apertura progresiva de las distintas actividades productivas y el inicio del ciclo lectivo 2021, los esquemas duales entre la virtualidad y la presencialidad en burbujas implican aún más “malabares” para las mujeres que tienen hijos o hijas en edad escolar. En entrevista con este medio, Bonafede enumeró una serie de situaciones cotidianas que aportan mayores dificultades a la hora de conciliar el cuidado y el trabajo productivo en la “nueva normalidad”:
-
Con una escolarización en el mejor de los casos parcial y si hay más de unx niñx con entradas y salidas escalonadas hay un mayor tiempo destinado a la espera y a la organización / optimización de esos tiempos "muertos"
-
Con un aumento de la demanda de los múltiples integrantes familiares por el menor tiempo de actividades fuera de casa (¿cuántas más veces dice la criatura: ¡Mamá! quiero / necesito / tengo hambre/ dónde está / me aburro? )
-
Con un uso más intensivo de los espacios de la casa que implica más tareas de atención, orden y limpieza (se ensucia, se desordena y se gasta más, multiplicado por la cantidad más de horas adentro)
-
En muchos casos también trajo la elaboración de más comidas -y para más miembros de la familia- que en épocas pre pandemia.
“Estamos hablando también de una recarga fuerte de una tarea más invisibilizada aún: la del tiempo dedicado a la planificación (de compras integrales para el hogar, de alimentos y cocciones, de usos de espacios / bienes, etc) y administración de los recursos y medios para el mantenimiento del hogar”, reflexionó la sociológa de Punctum.
El cuidado como bien público
Un estudio de la DNEIyG advirtió el año pasado que las tareas domésticas no remuneradas representan un 15,9% al PBI, un aporte mayor al de la industria o el comercio (13%), que son las actividades remuneradas más importantes en el país. Un trabajo no reconocido, que permite a otros salir al mercado laboral a ser productivos.
“Lo que tenemos que pensar es qué costo tiene para la sociedad que un grupo asuma esa carga. Qué impacto tiene en el nivel de ingresos, en el nivel de autonomía que puede llegar a tener, de participación y oportunidades. Si pensamos que el cuidado es un bien público que favorece a toda la sociedad es injusto que esa carga sólo sea asumida por una parte de la población con un costo negativo en muchos casos”, indicó la integrante de ELA.
Es que, si bien el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad prepara un anteproyecto de ley para la creación de un Sistema Integral de Cuidados con Perspectiva de Género con el objetivo de “ofrecer servicios de cuidado” desde el Estado para que el peso de estas actividades no recaiga “solamente en las familias”; aún está en proceso y tardará en pasar por el Congreso.
Qué pueden hacer las empresas
La agenda de cuidados también puede impulsarse al interior del sector privado con especial atención a las necesidades de la pandemia. “Las empresas tienen la oportunidad de avanzar por sobre lo que la Ley de Contrato de Trabajo dicta”, advirtió Schenone Sienra y cuestionó: “Tenemos licencias que responden a una normativa que ya tiene 40 años y que no responde a las necesidades actuales. No está adaptada a la Ley de Matrimonio Igualitario, no está contemplada la adopción ni la fertilización asistida, no responde a los distintos tipos de progenitores, a las familias diversas”.
El dilema para las compañías es “dejar de ver a las políticas de cuidado como un costo y más como una inversión”, indicó y consideró que la implementación de la flexibilización horaria, espacios de cuidado y lactancia, licencias de paternidad extendidas, entre otras medidas, lleva a una mayor productividad, climas laborales mucho más favorables y menos ausentismo.
“Las necesidades de cuidado no porque no las miremos dejan de existir, la gente hace malabares para poder cumplir. Cuanto más nos hagamos cargo como sociedad que es una responsabilidad de toda la sociedad vamos a ser una sociedad que apueste más al bienestar”, analizó.